Surrealismo

07.03.2012 13:18

El surrealismo o superrealismo es un concepto que proviene del francés surréalisme. Se trata de un movimiento literario y artístico que busca trascender lo real a partir del impulso psíquico de lo imaginario y lo irracional.

SurrealismoEl dadaísmo (que se opuso a la razón positivista y se rebeló contra las convenciones literarias burguesas) es el antecedente inmediato del surrealismo, cuyo primer manifiesto fue firmado por el poeta y crítico literario francés André Breton en 1924.

Los surrealistas persiguen la verdad mediante escrituras automáticas donde se omiten las correcciones racionales. Los escritos surrealistas se basan en la utilización de imágenes para la expresión de emociones.

 

El término surrealismo fue acuñado por Guillaume Apollinaire en 1917, cuando lo utilizó en el marco del programa que escribió para el musical “Parade”. Con el correr de los años, la noción experimentó diversos cambios y alteraciones.

Muchos han sido los artistas que se han convertido en auténticos referentes del surrealismo a lo largo de la historia. No obstante, entre todos ellos podríamos destacar, por ejemplo, al francés Marcel Duchamp que pasó a ser además un referente para el conocido movimiento pop. Entre sus obras más conocidas se encuentra “La fuente”.

De la misma forma, tampoco hay que pasar por alto al español Salvador Dalí. Uno de los mayores y mejores representantes del surrealismo es este que tiene quizás como obra más significativa aquella que lleva por título “La persistencia de la memoria”.

Man Ray, Meret Oppenheim o Masson también son artistas fundamentales a la hora de entender este movimiento artístico que se hizo extensible no sólo a la pintura sino también a otros campos. De esta manera, hay que subrayar que al cine llegó de manos de ilustres directores que marcaron un antes y un después en la historia de aquel.

En concreto, merece la pena destacar a insignes personajes como al español Luis Buñuel que, precisamente junto a Dalí, creó una película que se ha convertido en una producción de culto. Nos estamos refiriendo a “El perro andaluz” (1928).

En la literatura, por su parte, hay que subrayar a Pierre Naville o André Breton. Y mientras en las artes plásticas en general también se apostó de manera contundente por el surrealismo gracias a la influencia que pintores, escultores, cineastas y literatos estaban ejerciendo en todos los ámbitos de la vida.

El surrealismo, más allá de su apariencia irracional, adquirió conciencia política a partir de 1925, cuando estalló la guerra de MarruecosBreton, de hecho, se adhirió al Partido Comunista (PC).

Existieron, sin embargo, conflictos entre quienes sostenían que el surrealismo debía ser un movimiento puramente artístico y aquellos que impulsaban un giro del movimiento hacia la izquierda revolucionaria.

En cuanto al aspecto artístico, una de las principales innovaciones del surrealismo fue la técnica del cadáver exquisito, que consiste en la creación colectiva de un conjunto de imágenes o textos. Un artista comienza una obra y se la pasa a otro artista, quien la continúa sin mirar lo que hizo el creador precedente.

© 2012, SUB-URBANO
Etrevista a Daniel Ramos Ruiz
15-3-2012

Nací en La Habana, en el seno de una familia de artistas, mi padre  Dagoberto Ramos, escultor que realizara el Valle de la Prehistoria en Baconao, fue mi primer y gran maestro y el que mayor influencia ha ejercido en mi obra.

Estudié Bellas Artes en el Instituto Superior de La Habana. Al terminar mis estudios trabajé como diseñador  publicitario. Desde 1989 fui miembro del Movimiento de Creadores Independientes y desde 1992, miembro de la Asociación Cubana de Artesanos Artistas. En 1996 hice una maestría en “Pintura Mural” en la Universidad de la Habana y en 1997, una maestría en “Artes Plásticas  del Caribe” bajo la dirección de la doctora Yolanda Wood.

Mi actividad cultural en la Habana era intensa, exponiendo tanto dentro como fuera de la Isla (Venezuela, México, Italia, España). Fue en 1997 en uno de esos viajes que estuve exponiendo en Santander donde conocí a la que hoy es mi esposa, nos presentó un amigo común. En el 2000 nos casamos en La Habana y  vine a vivir con ella a Santander. Estuve exponiendo en varios sitios, tanto exposiciones individuales como colectivas, entre ellas, en el 2001, en la prestigiosa Feria Internacional de Arte que se realiza en Santander y en la que tuve el placer de coincidir con el  artista cubano Roberto Fabelo.

En el 2010 vine a vivir con mi mujer a Valencia donde actualmente resido y trabajo.

A petición de mi amigo y talentoso músico cubano Javier Zalba realizo  la ilustración de la portada del libro homenaje  “Suite exposiciones” que le dedicara Zalba al maestro cubano Paquito de Rivera.

Ya en Valencia en 2010 expuse en la galería Arte Altea, en 2011 en la galería O+O que dirige la artista y amiga Enriqueta Hueso con la que actualmente trabajo y en 2012 en  el Museo de la Luz en la Bienal Internacional de Arte de Madeira en  Portugal.

En esta entrevista el artista habla de su arte, el surrealismo, su técnica y proyectos futuros.

¿Recuerda su primera fascinación, la primera vez que le urgió plasmar, volcarse sobre un lienzo? 

Sería  difícil definir cuándo empezó mi interés por el Arte,  ya que  desde pequeño mi casa fue lugar de reunión de diseñadores, poetas, fotógrafos, pintores y coreógrafos, pues mi padre siendo escultor y mi madre coreógrafa no tuve otra opción que asimilar y estar en contacto directo con la cultura nacional cubana. Supongo que como muchos pintores, los primeros trabajos fueron sobre papel, no lo recuerdo exactamente, pero sí recuerdo ver trabajar a mi padre y sentarme a su lado durante mucho tiempo observando como trabajaba. Recuerdo con nostalgia que hablábamos mucho  mientras pintaba  y sin saberlo se convirtió en mi primer maestro y, como es lógico, influyendo en mi carácter pictórico fundamentalmente.

¿De qué maestros del surrealismo cree haber recibido influencia? ¿Tiene en la actualidad algún punto de referencia importante?

En mi caso la influencia viene de muchas direcciones, tendría que hablar de mi propia casa, donde comenzó todo… Tendría que hablar de Roberto Fabelo, Eduardo Abela,  y en la literatura Rinaldo Arenas y  Paul Eluard. Pero para mí, el que más fascinación me produce es el Bosco, lo  considero el primer surrealista de la historia del arte.

Ya cuando empiezo a exponer en Europa puedo ver la obra de Yves Tanguy, Dalí, Chirico, y para mí el más interesante y singular, Magritte.  

¿Cómo logra desarrollar, desde la técnica, una pintura?

Algunas  de mis obras  son el resultado de bocetos,  pero la mayoría parten del lienzo en blanco y simplemente  me dejo llevar. No sigo normas  ni soy perseguidor de tendencias aunque ambas son  válidas para un resultado positivo, si mantienes una observación objetiva. Hace tiempo que me preocupa menos el resultado técnico y dejo que la obra me diga hasta dónde llegar.

El arte surrealista, para usted, ¿tiene un fin en sí? En todo caso, ¿qué ha aportado el surrealismo al arte?

El surrealismo como todos los demás estilos supuso un cambio de mentalidad en los artistas repercutiendo en la sociedad de manera directa, así como en el teatro, la danza contemporánea o el cine, pero está claro que ninguna manifestación del arte surge  por casualidad, simplemente  es un reflejo de la realidad dando como resultado ese cambio vital, ese cambio afecta a todos y a su vez se retroalimenta  de ella.

No fue diferente para  los estilos anteriores y no creo que cambie, hemos llegado hasta aquí a fuerza de constancia y mucha pero mucha curiosidad.

¿De qué manera logra algo tan difícil como plasmar lo onírico de la pintura?

Evidentemente el subconsciente hace su dominante papel, muchas veces partimos de un pensamiento que se convierte en boceto pero de ahí al resultado  final hay casi siempre una transformación  necesaria que no es impuesta ni obligada, simplemente sale y se desarrolla como cualquier otra idea. En mi caso tomo de la realidad lo que me interesa y entonces surge la transformación sin darme cuenta.

¿Cómo lleva la libertad el artista surrealista? Alguna vez, ¿ha mantenido una relación conflictiva con la pintura?

No soy consciente de ningún conflicto con la pintura, no soy consciente de ello, como tampoco puedo definir como me convertí en surrealista, simplemente trabajo siguiendo mis instintos sin pensar  en ello y generalmente de una obra surge la siguiente, no creo tampoco en inspiraciones…. eso es un invento literario, el conflicto lo tengo con  el trabajo diario, cuando ya estoy deseando terminar un cuadro para empezar el próximo. Hace años trabajaba mayoritariamente al óleo y lo abandoné por el acrílico buscando un resultado más inmediato.

¿Cuáles fueron las dificultades más grandes que se encontró en el camino para ser artista?

Hay que pensar que la política marcó y sigue marcando a toda una generación de cubanos, y los artistas no estuvimos exentos de ello, en mi caso busqué mi identidad en la pintura pero me di cuenta que no era necesario.

Cuando empecé a viajar al extranjero entendí que no tenía que buscar nada, porque Cuba se iba conmigo de alguna manera, simplemente soy lo que soy y nada más, eso ya no es una preocupación para mí. Después pasan los años y  la experiencia te favorece técnicamente, pero eso también supone nuevos retos personales porque no estás conforme y quieres continuar.

¿Y cómo es el surrealismo cubano? ¿Hay algo que lo define?

No es difícil definir el surrealismo cubano para quienes conozcan la realidad de la isla, siempre digo que son sinónimas. Pero hay un patrón que se repite en la pintura cubana que es el colorismo y la fuerza, muchos entendemos este resultado como una manera de liberación, pues reflejamos nuestras ideas porque eso es algo que nadie puede quitarnos. Los artistas cubanos somos el resultado  de las condiciones sociales que nos ha tocado vivir, recuerdo que en Cuba llegué a pintar con betún porque no tenía  materiales para trabajar, somos el resultado de lo vivido aunque muchos reniegan de esa época vivida y que nos ha hecho lo que somos hoy en día. Cuba es ahora mismo el surrealismo en sí mismo, solo que con un toque de café, tabaco y sol… con pinceladas de rebeldía.

¿Cuáles son sus proyectos futuros?

No me gusta mucho hablar de mis proyectos, recientemente participé en la Bienal de Arte de Madeira y hay alguna expo pendiente por Roma, pero de momento continuaré  trabajando con la galería O+O de Valencia bajo la representación de Enriqueta Hueso, artista incansable y buena amiga.

Más bien tengo muchos sueños y deseos de continuar pintando sin pensar mucho que pasará después.

Muchas gracias

https://danielramosruiz.wix.com/pintor-surrealista



Entrevista a Leonora Carrington

23-4-2012

Por Cristina Carrillo de Albornoz

(El poeta multimedia)

A sus 88 años, esta gran dama del surrealismo es toda una leyenda. Es más, sigue sorprendiendo al mundo con la imaginación y la audacia de sus creaciones. El Museo de Bellas Artes de México le dedica ahora una gran exposición. Allí la hemos entrevistado.

Su vida ha sido intensa y tumultuosa. Sus amigos y sus amores, entre los más escogidos genios del pasado siglo: Max Ernst, André Breton, Emerico Weisz, Picasso, Peggy Guggenheim. Pero más allá de su peculiar y excéntrica personalidad, esta señora del surrealismo, atraída por la mitología celta y el arte del Renacimiento, por el ocultismo y el mundo del subconsciente, se ha apoyado en la vida familiar. De todo ello nos habla en su casa de México.

XLSemanal. Sorprende el tamaño de más de dos metros de altura de sus esculturas.

Leonora Carrington. Yo sólo diseñé la maqueta. Soy demasiado vieja para hacerlas tan grandes sola. Pero las tres dimensiones me sientan bien.

XL. Usted tiene más fe en los animales, una constante en su obra, que en las personas. ¿Tan terribles somos?

L.C. Como sabe, no hago una separación entre humanos y animales. Tenemos un alma humana, pero también de animal. No creo que los seres humanos sean una raza muy divertida. Se está creando un mundo horrible, lleno de guerras absurdas, odios feroces e injusticias. Todo ello habla de la calidad de los animales humanos. Estoy convencida de que la raza humana no es superior a la de otros animales. Creo que el mundo animal es universal, pero su potencial no ha sido explorado. Mis pinturas preferidas son las de las cuevas de Altamira.

XL. ¿Qué animal tiene ahora?

L.C. Una gata que no se llama de ninguna manera y está tan vieja que sólo tiene un diente.
XL. Usted era una buena jinete…

L.C. Hace tantos años que ni me acuerdo, pero lo cierto es que adoraba los caballos. De niña, cuando comencé a pintar, todo eran caballos.

XL. ¿De ahí viene su famoso autorretrato con el caballo de juguete?

L.C. Ese caballo lo encontré en un chatarrero en París y lo tuve conmigo mucho tiempo. Lo pinté cuando Max (Ernst), Marie Berthe (que era su esposa) y yo estábamos en Saint Martín d’Ardèche, en el sur de Francia. No sabría decir por qué.

XL. En cualquier caso, es un animal clave en la mitología celta.

L.C. Así es; es como el renacer, un ser que conecta el subconsciente con el mundo real; el mundo masculino frente al femenino, pero no es la razón de que esté en mi autorretrato. Mi principio de vida, como artista, es no explicar nada. Las imágenes llegan, pero no sé de dónde vienen. Sospecho que del subconsciente universal. Aunque no puedo discernir qué es mío, ni de qué parte de mí surge lo que hago. Muchas veces, los personajes suben solos a los cuadros.

XL. ¿Tiene algún sueño?

L.C. El máximo es saber qué pasara después de la muerte. Es lo que más me gustaría conocer. Los sueños son lugares y la muerte, también. Cada ser humano se convierte en una personalidad diferente al dormir, y lo mismo sucede al morir. Son lugares en los que la tercera dimensión desaparece, de la misma forma que se evapora el consciente.

XL. ¿Qué expectativas tenía cuando empezó a pintar?

L.C. Nunca las tuve. Yo no decidí ser pintora. La pintura lo decidió por mí. Me escogió y me inventó y yo simplemente lo he hecho lo mejor que he podido. Estudié mucho en Londres, en París, en Italia. Necesitaba la técnica, no ideas, porque cada uno tiene las suyas. Continúo estudiando. Me considero una eterna estudiante.

XL. La pintura es un arte solitario. ¿Es usted de las personas que disfruta de la soledad?

L.C. No, no me gusta. Trato de entenderla, porque uno no puede aceptar algo que no entiende. Y cuando digo entender, me refiero a con todo el ser, con los centros vitales que tenemos, las sensaciones, las emociones.

XL. ¿Qué concepción de la pintura tiene? ¿Qué ritmo de trabajo lleva en la actualidad?

L.C. Este arte es como un centro donde todos los lugares invisibles de la mente se vuelven visibles. Sólo pinto cuando siento energía, pero continúo viviendo cada día por y para mi trabajo. Pintar es para mí un oficio artesanal, como el de los carpinteros que usan las manos y el cuerpo para crear una visión. Es algo artesanal y ese procedimiento está desapareciendo. Los surrealistas eran muy buenos en ese sentido. Picasso, que venía a visitarnos a Max y a mí, era ante todo un gran artesano.

XL. ¿Qué siente ante esa pérdida en el arte moderno?

L.C. Una gran lástima. Perder la habilidad artesanal es perder la sabiduría, porque al final sólo un buen artesano puede producir con el alma y el corazón.

XL. Su vida con Max Ernst sólo duró dos años, pero ¿fue él su gran amor?

L.C. Fue amor a primera vista. Me fui con él y mi compañero, Serge Chermayeff, me llamó puta. Yo le contesté: «Así son las cosas, ¿qué quieres que haga?». Fue maravilloso. No puedo decir que fuera la relación más importante; fue un gran amor y un gran mentor. Pero no creo en superlativos ni en categorizaciones. Sin embargo, Max me mostró otro universo y me llevó por caminos a los que en mi pequeña vida ordinaria de burguesa jamás habría tenido acceso. Lo adoraba como artista y como intelectual. Era distinto de los demás surrealistas. Una persona muy complicada.

XL. Los surrealistas tenían una concepción de la mujer que no le va nada a usted. La consideraban un adorno. La mujer era la musa.

L.C. Completamente. La tumbaban desnuda y con una sonrisa en un diván, y allí la dejaban. Pero Max era distinto. Nos veíamos con ellos en el campo, en Saint Martín D’Ardèche. Fue uno de los periodos más fecundos de mi vida. Lo que yo nunca fui es la mujer-niña que Breton quería ver en las mujeres, ni consentía que me trataran como tal. Pero tampoco ambicioné cambiar al resto. Simplemente aterricé en el surrealismo; nunca pregunté si tenía derecho a entrar. En el fondo, siempre he trabajado muy aislada, en mi mundo.

XL. ¿Qué le gustaba de Breton?

L.C. Lo admiraba profundamente. Era muy inteligente, pero muy dominante.

XL. ¿Ha leído El amor loco, de Breton?

L.C. No leí nada de él, pero sé que en ese libro ofrecía una visión muy romántica del amor y de su mujer, Nadja. La realidad es que cuando ella se volvió loca, la dejó sola.

XL. Los surrealistas eran en el fondo unos románticos. ¿Usted lo es?

L.C. El romanticismo ayuda. Es innato, una forma de poder tragar las tragedias. Y yo, que no soy diferente a ninguno de mis amigos, también soy romántica. Sin embargo, he desarrollado un sentido muy práctico de la vida.

XL. Decía que Picasso les visitaba con frecuencia…

L.C. Me impresionaba. Era ya muy mayor y yo muy joven. Muy español, muy macho. Quien me parecía muy divertido, y nunca se tomaba en serio, era Duchamp. Es una actitud que comparto.

XL. Fue amiga de muchas mujeres artistas...

L.C. Sí, de Lee Miller, Leonor Fini y Meret Oppenheim. Y Remedios Varo… Necesitaba amigas. Crecí con tres hermanos y con el concepto opresor de los hombres sobre las mujeres, algo que nunca he tolerado. Aunque se ha avanzado, todavía hay muchas mujeres sometidas. Y no es que seamos mejores que los hombres, pero reclamo el derecho a vivir, a ser como ellos. «El inconveniente de las mujeres –como decía Breton, obsesionado por el cuerpo femenino– es que son el más maravilloso y perturbador problema del mundo.»

XL. Breton decía que Max Ernst proyectaba luz interior a los demás. ¿Era así?

L.C. Así era, un ser que irradiaba luz. Siempre sonreía. El París de antes de la guerra era un lugar increíblemente productivo; nos reuníamos en el café en St Germain-des-près, hasta que un día Hitler comenzó a ser el principal tema de conversación. Pronto acabó aquella felicidad. Al comenzar la guerra, al que tenía un poco de inspiración o decía algo distinto con su arte, lo llevaban a un campo de concentración. Fue una confusión mental terrible. Pensaban que los artistas pertenecíamos a otra raza.

XL. Y en un sentido positivo ¿no era así?

L.C. Los artistas somos simples seres humanos, como el resto…

XL. … divertidamente excéntricos.

locuras perniciosas. Siempre he tratado de ser lúcida. Nunca acepté las normas ni las leyes dadas. Me horrorizan; siento un fuerte rechazo por la autoridad, que exista el código que establece lo que es normal y no. Pero las cosas son más complicadas de lo que parecen y las creencias dependen de cada país. Hay un subterráneo infinito. Para muchas civilizaciones, ese subterráneo es parte de la cultura. Sin embargo, nuestra civilización occidental, gobernada por lo llamado ‘racional’, es más rígida. La realidad es mucho más compleja de lo que imaginamos y por ello no se puede actuar sólo en un marco racional.

XL. Una lectura que le ha seguido desde niña es la de Lewis Carroll.

L.C. Es maravilloso y su lógica, nada absurda. Además, era un gran matemático.

XL. Tras tantos años en México, ¿se siente europea?

L.C. Me siento bastante europea. Actuando y en mis costumbres, me reconozco como tal. Mi idioma es el inglés, aunque ahora lo mezclo con el español. Mi madre era irlandesa y, probablemente, sea ésa la razón de mi creatividad celta y de mi atracción por Irlanda, un país de mente surrealista. Se conoce a los irlandeses y a los celtas por las hadas, los gigantes, los elfos, los gnomos... Esa mentalidad me vino de forma natural.

XL. La primera vez que supo de surrealismo fue cuando su madre le regaló por Navidad el libro Surrealismo, de Herbert Read. ¿Recuerda su reacción al leerlo?

L.C. Sentí una completa afinidad. El surrealismo es un estado de espíritu, sin más, que no se puede explicar.

XL. ¿Cree en el destino?

L.C. He pintado de una forma nada planeada, inconsciente; quizá podría llamarlo suerte, destino, inspiración, o como decía Breton: «El azar objetivo». He cambiado porque ahora sólo estoy segura de que soy completamente ignorante, de que no sé nada. Por ejemplo, ¿qué sabemos de la muerte?

XL. ¿Tiene miedo a la muerte?

L.C. Sí, mucho. Sin embargo, creo que nos la han explicado mal. La diferencia entre vida y muerte no es tan clara y, para entender la muerte, hay que entender todos los lugares en nosotros, y los sueños son lugares.

XL. ¿En qué cree usted?

L.C. Más que creer, tengo opiniones muy fuertes sobre algunos temas. No hacer daño a los demás. Luchar contra la injusticia. Siempre he tenido fe en el amor. Ahora, eso se proyecta de forma intensa en mis dos hijos. Mi amor ahora es maternal.

XL. Dice que lo más convincente que ha encontrado es el budismo tibetano. ¿Por qué?

L.C. Mis padres eran estrictos católicos, pero, a mí, ninguna religión me ha convencido. Sin embargo, me he sentido cerca del budismo tibetano. Sus creencias son extraordinarias y siguen prácticas que intelectuamente son muy satisfactorias. Pero el budismo no era para mí. Siempre he intentado descubrir algo que se conectara con mis experiencias. Por eso las teorías de Jung, al que conocí antes de la guerra y que estudié mucho en los 60, me interesaban.

XL. Se comprende que las tradiciones mexicanas no le hayan influido.

L.C. Son tradiciones maravillosas, pero cada país tiene una tradición mágica, y nuestra actitud hacia lo desconocido tiene que ver en ello.

XL. ¿Qué le atrae del mundo de hoy?

LC. Lo que queda del ayer, los árboles, los animales. A mí, la belleza es lo que me impacta.

XL. ¿Siente que vive más allá de la realidad?

L.C. Mi marido está incapacitado y tengo que cuidarlo. Además, tengo que ocuparme de la casa. Todo eso roba tiempo y devora la creatividad. A mis 88 años, me encantaría deshacerme de casi todo lo que tengo, de las montañas de papeles y cajas de libros que ya no releeré, y vivir en una casa con una pequeña cocina y un cuarto de baño. Como le decía, la realidad es demasiado compleja. Se cuela por cada poro de nuestra existencia.

   

 

EL CULTURAL

Surrealismo: el sueño dorado

El Museo Thyssen-Bornemisza de Madrid inaugura su gran exposición del otoño: 'El surrealismo y el sueño'. Hablamos con el comisario, José Jiménez, de esta nueva revisión al movimiento de vanguardia

BEA ESPEJO | Publicado el 08/10/2013


Sigmund Freud, fundador del psicoanálisis, solía decir que las neurosis estaban causadas por recuerdos y deseos que la mente consciente había suprimido o relegado al inconsciente, y que técnicas como las interpretación de los sueños y la libre asociación de ideas podían liberarlos. Ese fue el caldo de cultivo para un pequeño grupo de artistas e intelectuales surgido 1924 en Francia, en el mismo momento en que Picasso pintaba su conocido Arlequín, Neruda publicaba Veinte poemas de amor y una canción desesperada y Thomas Mann escribía La montaña mágica. Para los surrealistas el universo creativo era sinónimo de alucinación, yuxtaposición e inconsciente. De "automatismo psíquico puro" lo llamó André Breton en el Primer manifiesto surrealista, "(...) un dictado del pensamiento sin la intervención reguladora de la razón, ajeno a toda preocupación estética o moral". Las obras de los surrealistas eran producto de la mente inconsciente liberada de ataduras. El arte era sinónimo de libertad.

Sobre ese universo onírico gira esta nueva revisión del movimiento artístico titulada El Surrealismo y el sueño, que se abre hoy en el Museo Thyssen-Bornemisza de Madrid. Algo más que un movimiento de vanguardia, advierte el comisario, José Jiménez: "Fue una propuesta de liberación profunda y radical del psiquismo. Por ello, el Surrealismo no sólo marcó un nuevo horizonte para el conjunto de las artes, sino que también supuso un cambio importante en la sensibilidad moderna, un cambio similar al que, por ejemplo, produjo el Romanticismo en la primera mitad del siglo XIX. Nada fue igual después de la irrupción y despliegue del Surrealismo, y no pocos de sus planteamientos se han diseminado en usos y expresiones del lenguaje, así como en comportamientos de la vida cotidiana", explica.

 

Tres años y un día

El trabajo ha sido laborioso. Durante más de tres años ha estado José Jiménez trabajando en la muestra, con el fin de reunir hasta 163 obras de los grandes autores surrealistas: André Breton, Dalí, Paul Delvaux, Yves Tanguy, Miró, René Magritte, André Masson, Jean Arp, Man Ray... Muchas de las obras han sido cedidas por museos, galerías y colecciones todo el mundo, desde la Tate Modern o el Metropolitan de Nueva York. Una colaboración, añade el comisario que "ha sido excelente". Bastantes de ellas dice que viajan por primera vez a España aunque guarda receloso ese dato: "seguro que los visitantes de la muestra encontrarán no pocas sorpresas. Entre ellas, quiero destacar la importancia que las artistas mujeres alcanzaron en el Surrealismo, algo que sucede por vez primera en la historia del arte. La muestra presenta la obra de once artistas mujeres: Claude Cahun, Kay Sage, Nadja, Toyen, Dora Maar, Leonor Fini, Remedios Varo, Dorothea Tanning, Ángeles Santos, fallecida hace sólo unos días, Meret Oppenheim y Leonora Carrington".
 


Paul Delvaux: El sueño, 1935
 

De entre todos los artistas de la exposición, con quien dice el comisario que le hubiera gustado manenter una charla larga, una extensa entrevista, hubiera sido con Max Ernst, "un pintor especialísimo, de una competencia técnica maravillosa, y a la vez un hombre sabio, de grandes conocimientos, que tuvo que vivir no pocas situaciones tumultuosas en su vida". Suya es la obra Después de mí, el sueño (1958), procedente del Pompidou de París. La encontramos en una de las ocho secciones en que se estructura la muestra: 1. Los que abrieron las vías (de los sueños); 2. Yo es otro (Variaciones y metamorfosis de la identidad); 3. La conversación infinita (El sueño es la superación de Babel: todas las lenguas hablan entre sí, todos los lenguajes son el mismo); 4. Más allá del bien y del mal (Un mundo donde no rigen ni la moral ni la razón); 5. Donde todo es posible (La omnipotencia, todo es posible en el sueño); 6. El agudo brillo del deseo (La pulsión de eros sin las censuras de la vida consciente); 7. Paisajes de una tierra distinta (Un universo alternativo que, sin embargo, forma parte de lo existente); 8. Turbaciones irresistibles (La pesadilla, la zozobra). 

Un itinerario, insiste el comisario, que no es "estrictamente lineal pese a que las secciones se presenten ordenadas, sino más propiamente como una espiral, con toda una serie de ecos implícitos, de reflejos reconocibles, que permiten que el espectador pueda trazar su propia senda surrealista del sueño entrecruzando lo que ve en una sección u otra".

-Después de las muchas revisiones que se han hecho ya del Surrealismo, y con la sombra de la exitosa exposición de Dalí en el Reina Sofía hace sólo unos meses, ¿qué nueva mirada al conocido movimiento aporta la exposición?
-La tesis fundamental de la muestra es la relevancia central que la representación plástica del sueño tuvo en el periodo histórico del Surrealismo, algo que, a pesar de que se ha dicho en numerosas ocasiones, no había sido hasta ahora planteado en profundidad en una exposición monográfica. Es ésta, por tanto, la primera vez que se organiza una exposición temática sobre el Surrealismo y el sueño, en un plano tanto nacional como internacional. Las obras seleccionadas no son sin más "surrealistas".La exposición intenta hacer ver que el Surrealismo es, propiamente, el primer movimiento artístico "multimedia", en la medida en que se utilizan todos los soportes expresivos posibles, incluyendo el cine, que se presenta, junto a los demás medios, en las salas del museo, con fragmentos de películas en vídeo-instalaciones, además de la programación de un ciclo de cine con la proyección de una selección de películas en su metraje completo.

 


Brassaï: El fenómeno del éxtasis, retrato de mujer, 1933
 

-¿Hay nuevos estudios sobre el sueño asociado al arte?
-La atención al sueño sigue plenamente viva y creo que eso se refleja en toda una serie de publicaciones y líneas de investigación cada vez más abiertas y plurales. La atención concreta a la relación entre el sueño y la creación artística se va también abriendo camino poco a poco. Además de nuestra exposición, y en coincidencia con las fechas, el Musée du Luxembourg, en París, presenta una exposición sobre El Renacimiento y el sueño, centrada en las figuras de El Bosco, Veronés y El Greco.

 

Dulces pesadillas

Del adormecimiento al despertar, pasando por las múltiples visiones y pesadillas asociadas a la ensoñación, esta exposición que agrupa más 80 obras del Renacimiento, plantea lo que mucho tiempo después quitaría el sueño a muchos artistas: ¿cómo representar lo irrepresentable? Lo vemos en otra exposición en Madrid, en la Fundación Juan March, que coincide con esta del Thyssen. Está centrada en los Surrealistas antes del Surrealismo y engloba dibujos, estampas, fotografías y libros desde la Edad Media hasta los años 40 del siglo XX. Una coincidencia, añade José Jiménez, que "indica el interés renovado que el Surrealismo despierta en nuestro tiempo, algo que, en mi opinión, tiene mucho que ver con los paralelismos que se pueden trazar entre la profunda crisis social, política y cultural que se vivió en Europa en los años de despliegue del movimiento y la crisis, igualmente profunda en esas mismas vertientes que vivimos hoy, y ya no sólo en Europa sino en un ámbito global".

-¿Vivimos hoy bajo el influjo del Surrealismo? ¿Hay un arte contemporáneo surrealista?
-El Surrealismo está en la calle, en el modo de pensar y sentir de los habitantes de las ciudades. Y, desde luego, en el trasfondo de casi todas las prácticas artísticas de nuestro tiempo.

 

 
 
 
 
Octavio
Octavio Avendaño Trujillo
Entrevista con Alejandro Jodorowsky y Leonora Carrington
Dos surrealistas en México
28-10 2012
 
Alejandro Jodorowsky ha filmado películas como El ladrón del arco iris, Santa sangre y El topo, clásicos dentro del cine de culto. Además es escritor, mimo, actor, psicomago, tarotista y chamán. Llegó a México tras un período de seis años al lado de mimo francés Marcel Marceu. Actualmente reside en París.
 
—En la colonia Cuautémoc lo llamaban "El Ruso" por su apellido. ¿Qué anhela de aquel México de los años cincuenta?
 
—Anhelo sobre todo el entusiasmo que yo tenía para batallar contra tanto censor, sindicato ladrón, licenciado abusivo, periodistas ignorantes, artistas celosos. No me fue fácil. Me tuve que imponer. Escaparme por una ventana del teatro porque me querían linchar, coleccionar cada día los insultos que me otorgaban los pasquines, soportar que me clausuraran algunas obras, ser tratado de degenerado porque monté comedias del premio Nobel Samuel Beckett y de Ionesco, Arrabal, Strindberg, etcétera. Echo de menos la embriaguez de la pelea no hipócrita: insultos abiertos, guaruras que me encierran, burlas acerca de mis películas: Fando y Lis es bautizada "Fango y Chis" (Bueno, también se burlaban de Salvador Novo, llamándolo por su homosexualidad Nalgador Sobo). Fue una época deliciosa. El público era entusiasta, noble, agradecido, y no se fijaba en las críticas. Por eso triunfó El diario de un loco, Las sillas, Zaratustra, H3O y tantas otras.
 
 
Alejandro Jodorowsky pasa a "formar parte de la cultura artística mexicana"; cuando llega a México ya había conocido a André Bretón en París y se desempeña como ayudante de Marceau: "Creo el Teatro de Vanguardia. Escándalos. Peleas. Gran actividad artística con pintores y escritores y actores... Pongo en escena Penélope de Leonora Carrington. Asisto al cumpleaños de Buñuel."
 
—En su reciente libro El Maestro y las Magas refleja una Leonora Carrington maga. ¿Qué aprendió de ella y qué le enseñó usted?
 
—De ella aprendí la libertad poética, el sentido del Tarot y la magia. Aprendí a admirar al espíritu de una mujer genial. No tengo la menor idea de lo que le pude enseñar. Con toda probabilidad, nada. Yo era un joven artista y ella una mujer consagrada y madura. Quizás le comuniqué un entusiasmo por el teatro.
 
—¿Sigue teniendo contacto con la señora Carrington?
 
—En el mundo exterior, no. En mi espíritu nunca he dejado de estar en contacto con ella. Fue un ser que llevo en mí mismo como un benéfico tatuaje.
 
—¿Practica aún aquel Tarot que le enseñó Leonora Carrington?
 
—No; Leonora Carrington jugaba con el Tarot pero no conocía su esencia. Usaba un Tarot hippie, el de White, especie de compendio angloamericano de un mal gusto prerrafaelita. Supongo que le gustaba por sus barrocos símbolos... Eso sí, Leonora me enseñó que lo que veía en esas cartas era el secreto: es decir, ellas actuaban como espejos. Más tarde, cuando trabajé con el Tarot de Marsella, el único auténtico Tarot, me di cuenta de la profundidad infinita de tal sagrado instrumento. Profundidad que nunca ha tenido el surrealismo. 
 
—¿Sigue enamorado, por decirlo de alguna forma de la señora Carrington?
 
-Nunca estuve enamorado de ella. Nuestras relaciones no fueron ni románticas ni sexuales. Leonora, aparte de ser una bella mujer, era un maestro espiritual. La admiré como nunca había admirado a un artista. Regresé a México sólo porque ella estaba ahí.
 
—¿Por qué le devolvió el cuadro que le había regalado?
 
—No sabía que se supiera que yo le había devuelto el cuadro a Leonora. Era una magnífica obra de gran tamaño. Debe de haber tenido un muy alto precio. Como es natural entre artistas, a causa de una diferencia de parecer respecto a Penélope —no nos vimos durante el montaje de la obra—, fue un detalle absurdo del que no tengo ya el recuerdo, nos peleamos. Para demostrarle que yo no era un individuo vulgar, interesado en explotarla guardando un cuadro valioso, se lo fui a dejar a su casa; abrió la puerta, deslicé el cuadro sin mostrarme y me fui. Nunca más la volví a ver. Orgullo estúpido.
 
—¿Cómo define a Leonora Carrington?
 
—La más genial de las artistas surrealistas.
 
 
Leonora Carrington se integra al movimiento surrealista en 1936 con Max Ernst y André Breton. Llega a México en 1942 por el hostigamiento nazi, y es el periodista mexicano Renato Leduc quien la trae desde España al país. Ya en México se reúne con los surrealistas europeos exiliados: Benjamín Péret, Luis Buñuel, Wolfgana Paalen, Alice Zahon y su gran amiga, Remedios Varo.
 
 
"Me gustaría deshacerme de las ilusiones. A mí lo que me fascina es tratar de acercarme a lo real, pero no sabemos nada. Y hoy vivo entre el aburrimiento y la vergüenza de pertenecer a un género animal como el ser humano. Por eso me gustaría ser un elefante, pero salvaje, no dejarme de nadie; aunque la tortura continúa, dentro de la poca libertad que logré", Reclama Leonora Carrington.
 
"El animal humano es un animal desgraciado y feroz, como los horrores cometidos el siete de junio en Londres y por los cometidos por alemanes. Además de que cualquier discriminación es estúpida y peligrosa. Uno puede tenerle antipatía a un individuo, pero no poner una masa y discriminarla.
 
"Todo acabó con Max Ernst porque Hitler persiguió a los artistas surrealis-tas y por eso era necesario huir. Fue cuando Picasso me presenta a Renato Leduc y es en Madrid, por casualidad, que lo encuentro y es cuando me voy con él, primero a Nueva York y después aquí, México, donde me encuentro con mi mejor amiga de la vida, Remedios Varo, que era muy alegre, siempre tenía sentido del humor. Por cierto, su obra tiene que quedarse aquí, en México, porque aquí pintó y vivió mucho tiempo.
 
"Cuando llegué a México me recibieron muy bien, y llegué agradecida por-que era enemiga del grupo surrealista ale-mán. Mi primera casa la tuve en Mixcoac, era muy chiquita, pero la gente era amable. Recuerdo que paseaba mucho por el centro y La Merced. Ahora voy al supermercado ¡Imagínese!... ¡Qué excitante!
 
"No me gusta hablar de mi pintura o de la pintura en general porque es algo muy abstracto, muy subjetivo. No hay nada qué explicar. A mí me gusta leer novelas policíacas y me interesa mucho la física cuántica, del mundo subatómico y soy sumamente ignorante. Yo veía la televisión hasta que quitaron Discovery Channel, era el único que yo veía, por los animales. Mi corazón está con mis hijos y en México, he vivido aquí por más de sesenta años, de México me gusta mucho su comida y La Llorona. Ahora hago la lucha de vivir conmigo misma, que no es muy fácil."
 
—¿Y Alejandro Jodorowsky?
 
—Yo tenía una gran amistad con él cuando llegó aquí. Me acaba de llegar un libro de él (El Maestro y las Magas), pero aún no lo he leído.
 Avendaño Trujillo
Entrevista con Alejandro Jodorowsky y Leonora Carrington
Dos surrealistas en México
 
 
Alejandro Jodorowsky ha filmado películas como El ladrón del arco iris, Santa sangre y El topo, clásicos dentro del cine de culto. Además es escritor, mimo, actor, psicomago, tarotista y chamán. Llegó a México tras un período de seis años al lado de mimo francés Marcel Marceu. Actualmente reside en París.
 
—En la colonia Cuautémoc lo llamaban "El Ruso" por su apellido. ¿Qué anhela de aquel México de los años cincuenta?
 
—Anhelo sobre todo el entusiasmo que yo tenía para batallar contra tanto censor, sindicato ladrón, licenciado abusivo, periodistas ignorantes, artistas celosos. No me fue fácil. Me tuve que imponer. Escaparme por una ventana del teatro porque me querían linchar, coleccionar cada día los insultos que me otorgaban los pasquines, soportar que me clausuraran algunas obras, ser tratado de degenerado porque monté comedias del premio Nobel Samuel Beckett y de Ionesco, Arrabal, Strindberg, etcétera. Echo de menos la embriaguez de la pelea no hipócrita: insultos abiertos, guaruras que me encierran, burlas acerca de mis películas: Fando y Lis es bautizada "Fango y Chis" (Bueno, también se burlaban de Salvador Novo, llamándolo por su homosexualidad Nalgador Sobo). Fue una época deliciosa. El público era entusiasta, noble, agradecido, y no se fijaba en las críticas. Por eso triunfó El diario de un loco, Las sillas, Zaratustra, H3O y tantas otras.
 
 
Alejandro Jodorowsky pasa a "formar parte de la cultura artística mexicana"; cuando llega a México ya había conocido a André Bretón en París y se desempeña como ayudante de Marceau: "Creo el Teatro de Vanguardia. Escándalos. Peleas. Gran actividad artística con pintores y escritores y actores... Pongo en escena Penélope de Leonora Carrington. Asisto al cumpleaños de Buñuel."
 
—En su reciente libro El Maestro y las Magas refleja una Leonora Carrington maga. ¿Qué aprendió de ella y qué le enseñó usted?
 
—De ella aprendí la libertad poética, el sentido del Tarot y la magia. Aprendí a admirar al espíritu de una mujer genial. No tengo la menor idea de lo que le pude enseñar. Con toda probabilidad, nada. Yo era un joven artista y ella una mujer consagrada y madura. Quizás le comuniqué un entusiasmo por el teatro.
 
—¿Sigue teniendo contacto con la señora Carrington?
 
—En el mundo exterior, no. En mi espíritu nunca he dejado de estar en contacto con ella. Fue un ser que llevo en mí mismo como un benéfico tatuaje.
 
—¿Practica aún aquel Tarot que le enseñó Leonora Carrington?
 
—No; Leonora Carrington jugaba con el Tarot pero no conocía su esencia. Usaba un Tarot hippie, el de White, especie de compendio angloamericano de un mal gusto prerrafaelita. Supongo que le gustaba por sus barrocos símbolos... Eso sí, Leonora me enseñó que lo que veía en esas cartas era el secreto: es decir, ellas actuaban como espejos. Más tarde, cuando trabajé con el Tarot de Marsella, el único auténtico Tarot, me di cuenta de la profundidad infinita de tal sagrado instrumento. Profundidad que nunca ha tenido el surrealismo. 
 
—¿Sigue enamorado, por decirlo de alguna forma de la señora Carrington?
 
-Nunca estuve enamorado de ella. Nuestras relaciones no fueron ni románticas ni sexuales. Leonora, aparte de ser una bella mujer, era un maestro espiritual. La admiré como nunca había admirado a un artista. Regresé a México sólo porque ella estaba ahí.
 
—¿Por qué le devolvió el cuadro que le había regalado?
 
—No sabía que se supiera que yo le había devuelto el cuadro a Leonora. Era una magnífica obra de gran tamaño. Debe de haber tenido un muy alto precio. Como es natural entre artistas, a causa de una diferencia de parecer respecto a Penélope —no nos vimos durante el montaje de la obra—, fue un detalle absurdo del que no tengo ya el recuerdo, nos peleamos. Para demostrarle que yo no era un individuo vulgar, interesado en explotarla guardando un cuadro valioso, se lo fui a dejar a su casa; abrió la puerta, deslicé el cuadro sin mostrarme y me fui. Nunca más la volví a ver. Orgullo estúpido.
 
—¿Cómo define a Leonora Carrington?
 
—La más genial de las artistas surrealistas.
 
 
Leonora Carrington se integra al movimiento surrealista en 1936 con Max Ernst y André Breton. Llega a México en 1942 por el hostigamiento nazi, y es el periodista mexicano Renato Leduc quien la trae desde España al país. Ya en México se reúne con los surrealistas europeos exiliados: Benjamín Péret, Luis Buñuel, Wolfgana Paalen, Alice Zahon y su gran amiga, Remedios Varo.
 
 
"Me gustaría deshacerme de las ilusiones. A mí lo que me fascina es tratar de acercarme a lo real, pero no sabemos nada. Y hoy vivo entre el aburrimiento y la vergüenza de pertenecer a un género animal como el ser humano. Por eso me gustaría ser un elefante, pero salvaje, no dejarme de nadie; aunque la tortura continúa, dentro de la poca libertad que logré", Reclama Leonora Carrington.
 
"El animal humano es un animal desgraciado y feroz, como los horrores cometidos el siete de junio en Londres y por los cometidos por alemanes. Además de que cualquier discriminación es estúpida y peligrosa. Uno puede tenerle antipatía a un individuo, pero no poner una masa y discriminarla.
 
"Todo acabó con Max Ernst porque Hitler persiguió a los artistas surrealis-tas y por eso era necesario huir. Fue cuando Picasso me presenta a Renato Leduc y es en Madrid, por casualidad, que lo encuentro y es cuando me voy con él, primero a Nueva York y después aquí, México, donde me encuentro con mi mejor amiga de la vida, Remedios Varo, que era muy alegre, siempre tenía sentido del humor. Por cierto, su obra tiene que quedarse aquí, en México, porque aquí pintó y vivió mucho tiempo.
 
"Cuando llegué a México me recibieron muy bien, y llegué agradecida por-que era enemiga del grupo surrealista ale-mán. Mi primera casa la tuve en Mixcoac, era muy chiquita, pero la gente era amable. Recuerdo que paseaba mucho por el centro y La Merced. Ahora voy al supermercado ¡Imagínese!... ¡Qué excitante!
 
"No me gusta hablar de mi pintura o de la pintura en general porque es algo muy abstracto, muy subjetivo. No hay nada qué explicar. A mí me gusta leer novelas policíacas y me interesa mucho la física cuántica, del mundo subatómico y soy sumamente ignorante. Yo veía la televisión hasta que quitaron Discovery Channel, era el único que yo veía, por los animales. Mi corazón está con mis hijos y en México, he vivido aquí por más de sesenta años, de México me gusta mucho su comida y La Llorona. Ahora hago la lucha de vivir conmigo misma, que no es muy fácil."
 
—¿Y Alejandro Jodorowsky?
 
—Yo tenía una gran amistad con él
Octavio Avendaño Trujillo
Entrevista con Alejandro Jodorowsky y Leonora Carrington
Dos surrealistas en México
 
 
Alejandro Jodorowsky ha filmado películas como El ladrón del arco iris, Santa sangre y El topo, clásicos dentro del cine de culto. Además es escritor, mimo, actor, psicomago, tarotista y chamán. Llegó a México tras un período de seis años al lado de mimo francés Marcel Marceu. Actualmente reside en París.
 
—En la colonia Cuautémoc lo llamaban "El Ruso" por su apellido. ¿Qué anhela de aquel México de los años cincuenta?
 
—Anhelo sobre todo el entusiasmo que yo tenía para batallar contra tanto censor, sindicato ladrón, licenciado abusivo, periodistas ignorantes, artistas celosos. No me fue fácil. Me tuve que imponer. Escaparme por una ventana del teatro porque me querían linchar, coleccionar cada día los insultos que me otorgaban los pasquines, soportar que me clausuraran algunas obras, ser tratado de degenerado porque monté comedias del premio Nobel Samuel Beckett y de Ionesco, Arrabal, Strindberg, etcétera. Echo de menos la embriaguez de la pelea no hipócrita: insultos abiertos, guaruras que me encierran, burlas acerca de mis películas: Fando y Lis es bautizada "Fango y Chis" (Bueno, también se burlaban de Salvador Novo, llamándolo por su homosexualidad Nalgador Sobo). Fue una época deliciosa. El público era entusiasta, noble, agradecido, y no se fijaba en las críticas. Por eso triunfó El diario de un loco, Las sillas, Zaratustra, H3O y tantas otras.
 
 
Alejandro Jodorowsky pasa a "formar parte de la cultura artística mexicana"; cuando llega a México ya había conocido a André Bretón en París y se desempeña como ayudante de Marceau: "Creo el Teatro de Vanguardia. Escándalos. Peleas. Gran actividad artística con pintores y escritores y actores... Pongo en escena Penélope de Leonora Carrington. Asisto al cumpleaños de Buñuel."
 
—En su reciente libro El Maestro y las Magas refleja una Leonora Carrington maga. ¿Qué aprendió de ella y qué le enseñó usted?
 
—De ella aprendí la libertad poética, el sentido del Tarot y la magia. Aprendí a admirar al espíritu de una mujer genial. No tengo la menor idea de lo que le pude enseñar. Con toda probabilidad, nada. Yo era un joven artista y ella una mujer consagrada y madura. Quizás le comuniqué un entusiasmo por el teatro.
 
—¿Sigue teniendo contacto con la señora Carrington?
 
—En el mundo exterior, no. En mi espíritu nunca he dejado de estar en contacto con ella. Fue un ser que llevo en mí mismo como un benéfico tatuaje.
 
—¿Practica aún aquel Tarot que le enseñó Leonora Carrington?
 
—No; Leonora Carrington jugaba con el Tarot pero no conocía su esencia. Usaba un Tarot hippie, el de White, especie de compendio angloamericano de un mal gusto prerrafaelita. Supongo que le gustaba por sus barrocos símbolos... Eso sí, Leonora me enseñó que lo que veía en esas cartas era el secreto: es decir, ellas actuaban como espejos. Más tarde, cuando trabajé con el Tarot de Marsella, el único auténtico Tarot, me di cuenta de la profundidad infinita de tal sagrado instrumento. Profundidad que nunca ha tenido el surrealismo. 
 
—¿Sigue enamorado, por decirlo de alguna forma de la señora Carrington?
 
-Nunca estuve enamorado de ella. Nuestras relaciones no fueron ni románticas ni sexuales. Leonora, aparte de ser una bella mujer, era un maestro espiritual. La admiré como nunca había admirado a un artista. Regresé a México sólo porque ella estaba ahí.
 
—¿Por qué le devolvió el cuadro que le había regalado?
 
—No sabía que se supiera que yo le había devuelto el cuadro a Leonora. Era una magnífica obra de gran tamaño. Debe de haber tenido un muy alto precio. Como es natural entre artistas, a causa de una diferencia de parecer respecto a Penélope —no nos vimos durante el montaje de la obra—, fue un detalle absurdo del que no tengo ya el recuerdo, nos peleamos. Para demostrarle que yo no era un individuo vulgar, interesado en explotarla guardando un cuadro valioso, se lo fui a dejar a su casa; abrió la puerta, deslicé el cuadro sin mostrarme y me fui. Nunca más la volví a ver. Orgullo estúpido.
 
—¿Cómo define a Leonora Carrington?
 
—La más genial de las artistas surrealistas.
 
 
Leonora Carrington se integra al movimiento surrealista en 1936 con Max Ernst y André Breton. Llega a México en 1942 por el hostigamiento nazi, y es el periodista mexicano Renato Leduc quien la trae desde España al país. Ya en México se reúne con los surrealistas europeos exiliados: Benjamín Péret, Luis Buñuel, Wolfgana Paalen, Alice Zahon y su gran amiga, Remedios Varo.
 
 
"Me gustaría deshacerme de las ilusiones. A mí lo que me fascina es tratar de acercarme a lo real, pero no sabemos nada. Y hoy vivo entre el aburrimiento y la vergüenza de pertenecer a un género animal como el ser humano. Por eso me gustaría ser un elefante, pero salvaje, no dejarme de nadie; aunque la tortura continúa, dentro de la poca libertad que logré", Reclama Leonora Carrington.
 
"El animal humano es un animal desgraciado y feroz, como los horrores cometidos el siete de junio en Londres y por los cometidos por alemanes. Además de que cualquier discriminación es estúpida y peligrosa. Uno puede tenerle antipatía a un individuo, pero no poner una masa y discriminarla.
 
"Todo acabó con Max Ernst porque Hitler persiguió a los artistas surrealis-tas y por eso era necesario huir. Fue cuando Picasso me presenta a Renato Leduc y es en Madrid, por casualidad, que lo encuentro y es cuando me voy con él, primero a Nueva York y después aquí, México, donde me encuentro con mi mejor amiga de la vida, Remedios Varo, que era muy alegre, siempre tenía sentido del humor. Por cierto, su obra tiene que quedarse aquí, en México, porque aquí pintó y vivió mucho tiempo.
 
"Cuando llegué a México me recibieron muy bien, y llegué agradecida por-que era enemiga del grupo surrealista ale-mán. Mi primera casa la tuve en Mixcoac, era muy chiquita, pero la gente era amable. Recuerdo que paseaba mucho por el centro y La Merced. Ahora voy al supermercado ¡Imagínese!... ¡Qué excitante!
 
"No me gusta hablar de mi pintura o de la pintura en general porque es algo muy abstracto, muy subjetivo. No hay nada qué explicar. A mí me gusta leer novelas policíacas y me interesa mucho la física cuántica, del mundo subatómico y soy sumamente ignorante. Yo veía la televisión hasta que quitaron Discovery Channel, era el único que yo veía, por los animales. Mi corazón está con mis hijos y en México, he vivido aquí por más de sesenta años, de México me gusta mucho su comida y La Llorona. Ahora hago la lucha de vivir conmigo misma, que no es muy fácil."
 
—¿Y Alejandro Jodorowsky?
 
—Yo tenía una gran amistad con él cuando llegó aquí. Me acaba de llegar un libro de él (El Maestro y las Magas), pero aún no lo he leído.
 cuando llegó aquí. Me acaba de llegar un libro de él (El Maestro y las Magas), pero aún no lo he leído.